La brújula interior

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Lo dimos todo, todo y más, para ser lo que somos y llegar hasta aquí.
Decidimos, nuestro camino, a veces erróneamente, otras de forma acertada.
Y sin embargo estamos aquí, en este punto, donde nuestros pasos se han cruzado. Todo se ha alineado, absolutamente cada partícula que forma este universo a conspirado para llegar justo al instante; donde el tú y el yo se funde, y desaparece para formar un tuyo, bien junto, donde ni el aire se atreva a pasar.
Se halla en una burbuja suspendido, esperando esos magníficos pasos que lo eleven y lo vuelvan inalcanzable, fuera de lo común. Tan grande y tan especial, que jamás nadie osará colocarse a su nivel, porque ni siquiera habita en este lugar.

Llegará la tormenta, el diluvio universal, querrán estallar esa burbuja que yace pendida en el aire. Después llegará la calma, el calor y la tranquilidad. El sol nos alimentará y nos dará la fuerza para seguir hacia delante sin volver la vista atrás. Con sus pasos en falso, las equivocaciones, con los diálogos mal llevados, con todo; de lo bueno lo mejor, los momentos de ternura, y esos instantes dignos de enmarcar. Compartiremos, y lo haremos a la par. No te diré sin miedos, porque los habrá. No todo será bonito, ni mucho menos perfecto, pero si algo te prometo, es que será real.



Y es que todo lo demás, carece de sentido en este no-lugar.

Ainara.

Soliloquio de astillas imperceptibles.

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Astillas que rozan con la punta de mis dedos, se quiebra el silencio y el sonido de las gotas de una noche de primavera.

El calor baja y el frescor del ambiente nos envuelve, nos da vida, nos acoge y nos entiende.

Las palabras trémulas escondidas bajo tímidos anhelos que velan por lo sueños que se cuelgan de mis labios; el ser excepcional y desdibujarse de cualquier silueta que pueda a día de hoy alcanzarme, siquiera rozarme.

Por encima, en lo alto, arriba, justo en la cima. [Valorarse. Valorarme.] Una palabra que se repite reiteradamente, tan extraña y familiar. Tan juguetona, tan puñetera, se filtra, se cuela entre las rendijas y se escapa ante mi cuerpo, mis ojos y entre mis dedos. Sujétame fuerte, ahora, que las espinas me miran y quieren devorarme. Sujétame y no me sueltes, que los silencios vuelven, los miedos me acechan, y el valor poco a poco se desvanece.

Ainara.


Dos en uno y uno en dos.

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Y respirar de tu boca el aire que exhalas,
 para anular mi ira en tu tranquilidad. 
Vencer los miedos que me atrapan, 
canalizando tu pausada respiración en mi acelerada desesperación. 
Al compás, al unisono de un sistema perfectamente cuadrado;
 donde mis días grises se funden con el color de tus ojos. 
Y tus días de tormenta se derriten con el calor de mi cuerpo.


Ainara.

Un momento

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Se extiende tras el vendaval, esas ganas locas de soñar, de dejarse llevar. 
Donde todo prende y de sentido carece, cuando el aire se siente recorrer
 por cada rincón y el susurro del viento surca a través de las ramas de los árboles.
 Se ladean, se vuelven del mismo color, de la misma sensación. 
De ese torbellino aniquilador de sonidos intranquilos y melodías que te atrapan
 hasta sentir el pulso acelerándose y  desvaneciéndose, 
fundido en un tu, fundido en un yo. 
En palabras que vienen y van, en silencios plenos.

Y me voy, me voy, me silencio, miro y siento. 
El no estar, el no despertar, el recorrido de los sentidos al fin liberados. 
Pone sus manos al volante, las vibraciones recorriendo de sus dedos a sus manos.
El sonido del motor acelerándose, y la música, la música pincelando un momento. 
Un momento de cabezas pensativas que se disparan en imágenes y se van lejos.

Y me voy, me voy, me silencio, te miro y siento.

Un tu y yo. Aquí y ahora. En este no-lugar. 

Perfectamente imperfecto.

Ainara.




La absoluta verdad; de la que todo el mundo opina y nadie cree.

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Se debió perder en el mar, en el norte a mitad de la frontera, se perdió justo en el bosque, empapada de silencios rotos y corduras quietas, que entreabría sus labios al temor de un mañana ausente. Y se esconde para no tener que ser, y se sumerge poco a poco para no tener que ver. 
Entonces bajo un tintineo de bomba latente, se extrae de los cimentos y surca hacia arriba para vencer. Los miedo, el rencor, la situación. Cuando todos callan, cuando todos hablan, cuando miran y se delatan, o cuando ni si quiera miran. Están y fueron, tal como lo hicieron dejarán de hacerlo. Cuando la importancia de uno mismo se anteponga a los demás, cuando la valentía no tenga cabida en este no-lugar.


Recordarás ese dicho tan real; "Cuando el carro se haya roto muchos os dirán por donde no se debía pasar."

Que digan, que opinen, que callen, que otorguen, que obliguen. 

Que siempre escogeré el camino correcto. 

El que yo decida, y nadie más.



He vuelto,
Ainara.