No hay lugar...

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Unos días se regala el cielo, se estremece, saborea cada partícula y al instante baja directa al infierno.
Como misiles sin tregua deciden posarse en su cabeza, todas esas malditas sensaciones que producen ese estado de desconcierto, de reclamos que se repiten, y se disfrazan bajo diferentes siluetas.

Y entonces todo tiembla. Ver lo que otros no ven, percibir esas cosas que ante ojos casi ignorantes queman. Fingir que no es así, que jamás fue visto y seguir por un rumbo que a veces tambalea sin querer; saber. La duda y el temor. La coraza de acero se instala sobre su piel. Defensa que decide hacerse con el control. La más radical de las respuestas aprieta. Carcome y se retrae simulando ser la mejor opción.

No lo sabe, no sintetiza, ni racionaliza las verdades. Se prende bajo sensaciones que anidan y miedos que tímidos se entreabren al exterior.
Mira hacia atrás, esa tormenta que yace aguardando un nuevo dolor de cabeza, ese aroma torturador de inestabilidad constante. Ya no quiere nada de todo eso, no acepta dudas, ni silencios, ni confusas situaciones que le enturbien el camino.

Aquí no hay lugar para voces ajenas, ya no.
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Porque hay cosas que sólo unos pocos privilegiados saben apreciar.
Las cosas sencillas, perfectas y buenas de verdad.


Año nuevo, historia nueva.

1 comentario:
Primero empezaré por esas cosas típicas que se hacen justo cuando empieza el año. Deseos y propósitos para este año, y no, no me voy a apuntar al gimnasio. Supongo que mis propósitos siempre van más allá de todo lo terrenal, de lo material y de esas cosas que se pueden tocar. Siempre hablo más de un plano interior, de un cambio espiritual y de carácter. Los deseos me los guardo. Pero quizás un propósito que debería marcarme desde ya, es lo de bajar expectativas y disfrutar del momento. 
Lo demás va todo ligado. 

Hace tiempo que no hablo de la chica de la sonrisa eterna. 
A ella le encantan las historias, así que empezare por contaros una historia de contenido incierto...

El día amanecía tergiversado por un sueño nocturno intermitente, donde las pesadillas anidaban vuelta tras vuelta, haciendo de la noche tarea difícil en la que reposar. Al abrir los ojos sintió una leve punzada del llamado dolor de cabeza que decidía ocupar este día, su día. Tenía planes, tenía que desperezar un cuerpo dolorido de sueño y salir de la cama.
Las horas cedían su curso y el día se iba complicando. Las expectativas marcadas se iban a pique lentamente. Un torrente turbulento de agobio, nostalgia y decepción iba haciendo estragos a lo largo de la mañana avanzando dirección hacia la tarde.
Un juego despertó a la chica de la sonrisa eterna de su propia pesadilla que marcaba el día, un juego donde las virtudes y defectos de cada comensal salían a la luz. Ella, descrita como la chica que carece de algo que siempre anda buscando, cegada en esa su realidad, pierde todo contacto y el valor de los pequeños detalles que hacen de un día único y especial.
Tiró toda expectativa prevista a la basura, y se deshizo de ese talante recto y regio que la mantenía sujeta con los pies en el hormigón. Lista para dejarse llevar por el surco de las horas que aún restaban de ese día, su día especial. 
La noche decidió devorar esa tarde de cielo anaranjado que yacía sobre su cabeza. Estaba cansada, agotada de exigirse tanto y no obtener nada. Pero había decidido dejarse llevar, así que salió a la aventura de una noche que justo acababa de comenzar.Poco a poco fue sintiéndose mejor, entró en aquel lugar lleno de caras casi desconocidas. Sus ojos se encontraron entre la timidez de su encanto distinto a los demás. Los labios enmudecidos decidieron callar y dejar que las miradas emprendiesen su camino.
No pasó mucho tiempo hasta que el magnetismo dejó que sus caminos se entrecruzaran y empezara la rienda suelta a algo definido como un tanto peculiar. La chica de la sonrisa eterna desprendía una irradiación como hacía tiempo no lo hacía, se sentía a gusto, se sentía bien.
¿Habría acaso encontrado la horma de su zapato?
Quién sabe, pero tal vez....