Me declaro culpable

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A veces sé que soy un poco masoca, que me gusta reinventarme en conversaciones del pasado. Guardar esas cosas que traen consigo algunos recuerdos. Incluso un aroma, alguna canción, algún escrito dedicado, o algo grabado.
Quizás porque me cuesta soltar algunas cosas. Tener que desprenderse sin más. Supongo que dejo que eso que pudo significar algo para mi, por muy pequeño que sea siga formando parte de mi historia. Una historia real que me ha llevado a donde estoy a donde iré o incluso me hizo llegar a donde quise ir, a donde fui.

Son como pequeñas reliquias que quizás puedan causar un ligero escozor, pero el sabor dulce que dejan en el paladar es sin duda mucho mejor. Hay que saber separar, que hay cosas que fueron, y que no dejaran de ser así. Pero es un verbo conjugado en pasado y no en presente.

Sigo evadiéndome, sigo torciendo la mirada, sigo deleitándome con lo que un día fue.

Lo admito, soy culpable.

Un pequeño abismo de lo que soy

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Trato de impresionar(me).

De sentirme un poco más viva con cada una de las cosas que hago.
Encontrar ese equilibrio interno que me diga que voy por buen camino,
y me sienta firme y conforme con cada uno de mis actos.
Trato de ser fiel a mis principios, de crear esa escalera que sube y sube
a una cima por encima de cabezas huecas, ojos ciegos y oídos sordos.

Busco hallar la forma de ser yo misma. De ser auténtica. Original.
Y sentirme plena, libre y sincera, en cada paso que doy,
y en cada decisión que tomo.

No soy perfecta, ni lo seré. No dejaré que esta rareza que me caracteriza se emborrone de mi piel.
Soy como soy, lo que ves y lo que no.
Guardo un mundo interior demasiado grande, a veces me aparto,
otras finjo no saber y otras... otras soy alguien diferente.
Puede que la normalidad no me identifique, pero la normalidad jamás fue algo que llamara mi atención.
En ocasiones soy demasiado emocional, eso a veces me hace vulnerable.
Otras soy fría como el hielo y dura como una piedra.
No me gusta que me encasillen, simplemente porque no se puede.
Porque nadie puede saber como soy en realidad, si ni yo misma sé cual es el siguiente pensamiento que inundará el segundo de después, el minuto de a continuación y la hora que lo acompaña.

Siempre lo dije, busco ese no se qué capaz de sorprender.

Y para eso estamos: para sorprender.

El guión de su vida: parte II

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No, seguro que no estaba del todo equivocada. Se negaba tener que darle la razón a los demás. Y es que sabía, sabía sentenciarse hasta el último aliento arraigada a sus pensamientos. 
Puede que esos sólo trataran de confundirla aún más, ser ese premio desobtenido hace ya. Puede que se tratara de un juego sucio, manipulado para conseguir lo no conseguido. 


Tal vez se escondiera tras de si una parte de honestidad, tratando de salvar lo que ya se daba por muerto en un principio. 

Si se trataba de un pasatiempo, un rompecabezas demasiado complejo. 
Quizás fueran tan solo palabras inventadas muy bien colocadas. Tal vez fuese verdad, o una pequeña mentira muy dada de si. 
O esto solo sea un montón de vocablos bien sonantes que se disparan como misiles a través de unos dedos conducidos por un montón de sensaciones, pensamientos y emociones ya distorsionados, por la elasticidad del tiempo, el silencio y quien sabe, quizás también del viento.

Otoño

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Tenía miles de historias que contar, ganas de compartir. 
Quizás esa forma de sentir, la vuelta del frescor matinal, 
de esa chaqueta que nunca está de más. 
Tenía ganas de describir el sonido de las hojas al crujir,
 tras pisadas de botas marrones de nuevo enfundadas. 
Tenía ganas de percibir el olor a humedad 
y luz tenue casi tirando a oscuridad. 
De sentir el calor de la manta bajo su piel. 
De tardes de lluvia, películas y tranquilidad.
De silencios rotos por el ruido de las gotas al golpear el cristal. 
De esas cosas pequeñas. De los encantos de este temporal.
La música que lo acompaña, melodías suaves.
Un otoño sin más, un otoño con su magia especial.

El guión de su vida: como lo ve

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Perdida su mirada en el horizonte el leve suspiro es el único sonido que interrumpe el trance de esa dicha perdición.

— ¿En qué piensas?  


Pienso. Pienso en el silencio que entristece su mirada turbia. Donde habrá quedado todo aquello que le hacía estar por encima de este mundo monótono y de color tenue. 

Me pregunto que habrá sido de esas cosas que le hacían feliz, independiente y ausente, pero cercano y dispuesto. Agradecido por los detalles insignificantes que surgían de entre tímidos rincones y se hacían fuertes.
Que habrá sido del brillo en su mirada, del misterio que abarcaba su personalidad curiosa, y a la vez atractiva. 
Me limito a observar un tambaleo de muerto viviente que sigue anclado en nombres del pasado que vacíos buscan sentirse un poco más vivos.
Me lamento y me entristezco cuando la música ya no envuelve sus oídos. Que sus ojos ciegos quieran seguir mirando hacia atrás, y el cobarde tintineo de la duda siga siendo esa piedra con la que tropezar.
Y mi mirada lo busca, busca el misterio, ese nosequé que me hacia perder la cabeza. Y en su lugar quedan un cuerpo inerte, sin vida, que se pasea buscando algo, algo que no quiere encontrar.


El guión de su vida: parte I

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¿Estás triste? Le preguntó.


La pregunta resonó entre las cuatro paredes en un tono duro y desgarrador como el mismo significado. No estaba triste, ni vacía, ni hueca. Tan sólo era una silueta silenciosa en medio de la multitud. Sorda, sin sonido, sin un grito valiente capaz de torcer miradas y atraer la atención hacia si. No la quería, no la suplicaba, deseaba ser observadora desde rincones exquisitos donde se contempla lo que se ve a simple vista y lo que cuesta más de percibir. 



Las cosas que se ocultan bajo manto de caras sonrientes, ceño fruncido y palabras amargas. Bajo silenciosas miradas atónitas que se pasean inadvertidas, tras el velo raro de una mentira o una media verdad. 

Palabras que vienen y van, que significan y dejan de hacerlo en cuestión de segundos. 


Se sentía viva, aniquilada de ardor tras el silencio que la envolvía y la alejaba de una realidad demasiado complicada y fuera de su alcance. Tenía su mundo, ese pequeño desconocido y diferente mundo, donde se sentía valiosa y verdadera.


Casa en la montaña

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Uno de mis "sueños" por llamarlo de alguna forma sería vivir en la montaña en mi casita de madera, es algo que siempre he tenido ahí y que me ha gustado desde que tengo uso de razón. La casa todavía no la tengo, pero mientra tanto hago publicidad, porque me gusta, porque me encanta ver estas obras de arte tan fantásticamente decoradas. Porque me encanta pasar horas aislada en estos lugares de reflexión. Tumbada en el sofá con la manta por encima viendo la madera de la chimenea arder. El paisaje tras el ventanal, y sentirse tan a gusto. Mis dos tías tienen una de esas casas de ensueño una muy diferente a la otra, pero esas casitas donde a todos les gustaría estar en algún momento de sus vidas.


Hablaré de la última en la que estuve y de la que me he enamorado perdidamente. Es cierto que la casa anterior que tuvieron era bastante más grande que esta, quizá demasiado y eso hacía que perdiera ese encanto que ha conseguido con esta última. Más pequeña y sin duda mucho más acogedora. Al parecer en la familia por parte de padre, y en lo que a mujeres se refiere el gusto de la decoración es algo que cruza límites. Nada que ver con lo que sale en las revistas, me atrevería a poner la mano en el fuego y decir que es incluso mejor.

Una casa situada en un pueblecito llamado Vilallobent, Puigcerdà. Semiadosada con terreno delante y detrás. Ventanales impresionantes en la parte inferior. Y que más puedo decir, más que palabras, reportaje fotográfico.

Vuelta a la infancia

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La vacaciones están resultando más interesantes de lo que se esperaba. Incluso no se puede decir que sean de esas de descansar, más bien lo contrario. Un no parar.
Estos días pasados he vuelto a los orígenes, a donde llegué a este mundo, y aunque no pasé gran temporada allí aún me sorprendo de la cantidad de cosas que soy capaz de recordar. Que ese lugar consiga ponerme los pelos de punta, que cree un sentimiento de cariño interno y algo especial. Un breve recorrido al pasado, a un pasado de viejas amistades que nunca mueren, de anécdotas muy graciosas, de ver caras sonrientes que sin decir palabra sabes que llevan grabado un te quiero detrás.
Estos días he visto a una madre irreconocible, a alguien que echaba de menos esos tiempos en los que la diversión llenaba los días, en los que la compañía era certera. En cosas simples, tan simples que te evaden de la realidad. Me alegro de haber sido participe de ello, de haber contemplado conversaciones de amistades que aún con el paso de los años perduran.


Me gusta Andorra, me gusta, por lo que significa para mi, por el olor tan familiar, por esos flashes de imágenes que en ocasiones inundan la mente, por esas personas que ya no están pero siguen ahí siendo recordadas en mi cabeza.

Muchos años después pasear por las calles, y ver tu antigua casa, la casa de tus abuelos, de amigos, de conocidos, por ver en todos los sitios donde habían trabajado, incluso tomarte algo en aquella terraza donde se decidió empezar una nueva vida en Olesa de Montserrat. Que sin eso ahora no conocería a esas personas que con sus pequeños detalles me han ido cambiado la vida. Que seguramente todo hubiera sido demasiado distinto.


Yo era un renacuajo entonces, esa muñequita rubia como todos ellos me recuerdan. Ha llovido mucho, y aun así allí sigo sintiéndome aquella muñequita tan querida. Me alegro de haber compartido charlas interesantes de cámaras fotográficas después de descubrir unas reliquias de 80 años de antigüedad que me han dejado alucinada. De haber tenido una asesora exprés justo como tanto tiempo atrás había soñado tener. Y agradezco esas horas de risa continua tras contar todas esas cosas vividas antes de nacer.

Después de todo esto, una cosa es segura, no volverán a pasar tantos años para la próxima subida.
Y es que después de todo; Andorra sigue siendo mi Andorra.
Ese lugar donde las casas están en el cielo...






Un momento perfecto

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Soy una persona de extremos, de esas que no tienen punto medio. Voy a temporadas, algunas escaseo de ideas y otras en cambio rebosan. Es por ese motivo que necesito escupirlas de alguna forma. Muchas veces cuando se me ocurren detesto no tener una grabadora en mano para guardarlas, suenan tan terriblemente geniales en ese preciso momento que llegan, pero luego se juntan cosas, se emborronan y pierden esa magia inicial.

Últimamente me inunda la tranquilidad, puede que sean estos días grises o tal vez no, que esto es lo que toca, sea como sea me gusta. Se acerca el otoño, esa estación del año que sin saber muy bien el motivo me gusta tanto. El olor a humedad, la noche, el sonido de las hojas que se quiebran al caminar. Ese encanto de colores tenues y cálidos. En esos días me apetecería una bañera llena de agua caliente, sales de baño, velas y música. Pasarme horas y horas remojándome y escuchando lo que ahora se me ha dado tanto por escuchar y me tiene completamente extasiada, lo último de Sigur Rós y The xx.

¿Hace falta algo más?

Simplemente perfecto.


Vértigo

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Quizás el título de esta entrada sea la mejor palabra para describir lo que siento. Siento vértigo, cuando me veo obligada a hacer algo. Y quizás por ese motivo no hago muchas de las cosas que me gustarían, por ese miedo que noto al estar atada a cualquier cosa. A algo que implique un seguimiento, un poder contar conmigo, porque se que no soy asidua a seguir esas pautas. Por mucho que me atraigan, por mucho que quiera o me guste. Es el hecho de seguir una rutina el que me da esa sensación de ahogo, y el que me impide mojarme de vez en cuando. No me gusta sentirme obligada a asistir a clases, a tener que dar explicaciones, a comprometerme de una forma u otra. Nada de eso va conmigo. Pero también es cierto que no me gusta estar perdiéndome tantas cosas, cosas con las que realmente disfrutaría, con las que me sentiría útil. Una simple desconexión e incluso algo de vida social tampoco está mal. 


Y aunque para algunos parezca una chorrada, el hecho de que me haya armado de valor, y de el paso de querer intentarlo. De romper con todo eso que me define y me aparta del mundo. Me hace sentir un poco mejor conmigo misma, incluso más grande. 


Muchas son las cosas que me conmueven, en eso tengo facilidad. Haciendo cualquier cosa soy feliz, aprendiendo algo nuevo. Hace mucho tiempo que quería hacer algo diferente. Pero sentía puro vértigo, después de pensarlo muy bien he decidido meterme en el mundo de las cocinitas. Uno porque me gusta, sobretodo el tema repostería. Y dos porque es algo necesario y útil, muy útil.

La primera parte está hecha; apuntarse. La segunda será la más complicada; mantenerse.

Emoción en tres, dos, uno

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Hay cosas que necesito compartir. Tal y como las pienso, tal y como las siento nacer y morir, revivir y sentir.
Puedes decir que algo te gusta, que sabes que realmente es así.
Me gusta, superficialmente, me gusta, pero no me conmueve. Y entonces llega el momento justo, en el preciso instante en el que aparece, cuando la perceptibilidad aviva a flor de piel, y empapa de deliciosas sinfonías tus oídos haciendo temblar todos los cimientos que forman cada parte de tu ser.

Y me siento desprender, dejar el cuerpo caer y fundirme en el leve sonido de las notas musicales que impregnan cuatro paredes azul turquesa, revotan y estallan en emociones descontroladas que se pasean como gotas de agua cristalina hasta formar un pequeño charco de mojada sal en la almohada.

Quiero permanecer así, en los días grises, en esos en los que el cielo quiera gritar, de un momento a otro, tormenta de agua fresca en ambiente de calor bochornoso. Quiero romper el resquebrajo de la normalidad, sumergiéndome en sintonías de pura belleza y felicidad.

Comparto un pedacito de ese, mi mundo desconocido y extraño, a ojos y oídos ajenos.


 


Aire nuevo y despreocupado

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Puedo. Puedo decir puedo.
Puedo permitirme el lujo de decir que si o decir que no.
Puedo decidir por mi misma.
Puedo ir aquí o allí.
Puedo sentirme así.

Como cuando sabes que no le debes cuentas a nadie. Que esto o lo otro basta, para sentir esa chispa flameante envolver todo tu cuerpo. La energía, y el saber notar cada milímetro de libertad recorriendo como un vaivén de olas cada surco de la piel. Se eriza, y el cosquilleo de adrenalina se adentra por el silencio desconocido de esas cosas que uno piensa pero no quiere pronunciar. Misterio. Ese excitante sin sonido que dice mucho sin ser oído.


Menorca enamora.
Vamos. Qué puedo decir. Las expectativas esta vez no me han fallado, al contrario. Bajas la guardia un segundo y a la que te descuidas; bang! Ahí lo tienes. Todo lo que habías deseado con tanto anhelo tocado con la punta de los dedos. Sentirme bien. Al fin lo puedo decir; Be, i, e, ene!
Con este kit kat demasiado necesario, he aprendido muchas cosas, esas cosas que puede que tan solo sean pasajeras, o puede que sea el cambio. Virar a otro nivel.
Tengo claro que con la indecisión no se llega a ninguna parte, más bien al contrario, demasiadas cosas se quedan ancladas en el camino, la indecisión ajena no me perturbará ni me trabará el rumbo que decido seguir. Porque simplemente no me importa. Y no, esta vez no hablo del monotema eventual. Hablo de las tonterías rutinarias a las que nos privamos continuamente por el miedo a perderse, a no saber llegar, a no poder. No poder, no se puede si no se intenta, está claro. Y si en vez de dedicarnos a sacar a la luz todo eso de lo que somos incapaces, empecemos a demostrarle al mundo de lo que si somos capaces. O mejor aún, demuéstrate a ti mismo de lo que eres capaz.


Yo estoy dispuesta a.


Cambios

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Los cambios, hay quien le teme enormemente a estos dichosos que vienen y lo descolocan a veces todo, otras sólo una parte. Yo necesito los cambios. Siempre voy sosteniendo el peso sobre las espaldas hasta que llega un día en el que simplemente no se puede. Y entonces rompes con todo y te pones un punto y a parte en tu vida.
Septiembre, como empezar el curso escolar. Nuevas hojas de un nuevo diario, nuevos aires a este sitio sinsentido cada vez menos leído. Un viaje, un viaje que realmente me hace mucha falta. Aunque no sea el destino de mi vida, me da igual, romper con la rutina, decir basta. Llevo muchos días, demasiados haciendo que el descontrol se haga con todo el control. Suena extraño, lo sé, pero lo extraño forma parte de mi forma de ser. Paradoja.

Nuevos aires. He decidido apuntarme a cursos de repostería y cocina. Actividades que inunden mi mente de otras posibilidades. Las nuevas metas y objetivos, como la carrera de orientación a las que nos hemos apuntado.

Deshacereme un poco de esas cosas que quizás no están hechas para mí. Sigo pensando que si, pero que el momento no es el apropiado. Es como cuando estás tan y tan cansado, que decides respirar hondo, esa bocanada de aire que inunda los pulmones. A eso me refiero. A las cosas que hacemos habitualmente pero de lo que no somos conscientes.
Para bien o para mal, soy partidaria del cambio. Un cambio radical.


Complejo

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Hoy es uno de esos posts personales.

Hay muchas cosas que soporto de las que no hago caso, cosas que a otros quizás les dolería a mi me suelen dar igual. No suelo darle mucha importancia a lo que la gente diga o deje de decir, cada uno es libre. Muchas veces me comporto como un bicho raro y eso no me hace sentir ni menor, ni incomoda. Más bien al contrario, diferente, siempre me ha gustado ser distinta. No me avergüenzo de mis tonterías espontaneas, de soltar chorradas, de mi propio vocabulario bilingüe. No me importa soltar mi imaginación y dejarme llevar, reírme viendo exactamente lo que pienso, no me resulta vergonzoso reírme de forma exagerada cuando lo siento así. Soy una persona bastante feliciana, aunque por dentro quizás esté realmente mal, suelo tener esa sonrisa ahí para los demás, me sale de forma inconsciente. 

Pero ahora mismo hay algo de lo que me resulta bastante complicado hablar, algo que consigue inundar mis ojos de lágrimas, y me sale esa voz trémula que va antes de un llanto. No puedo, no soporto que la gente me diga eso que yo también veo y de lo que soy demasiado consciente. Hace cosa de un mes y medio estaba perfectamente bien de salud, me sentía genial. Estaba orgullosa de mi cuerpo, me había costado más de un año llegar hasta el peso alcanzado, me había costado mucho esfuerzo, y en un mes y medio todo lo conseguido se ha esfumado. Zas. 
Algo que ahora mismo no puedo controlar, quiero, lo deseo con todas mis fuerzas, pero me resulta prácticamente imposible. Y esa obsesión que me creo yo misma, esa presión por tratar de forzarme un poco más, consigue que la ansiedad me cierre de un golpe el estomago y mi cuerpo no acepte nada más. 
Supongo que es un poco como el que está gordo y por más que lo intenta, que hace el esfuerzo no puede adelgazar. 
No me ayuda que la gente me diga que estoy más delgada, que me pregunten que me ha pasado, no ayuda en absoluto. No ayuda que la ropa me siente grande, esa que hace nada me sentaba como un guante. 
Supongo que es hora de volver hace unos meses atrás, al inicio de todo, a aquel día que estaba sentada y me dije, yo soy lo más importante, y conozco muy bien mi problema. A esa época en la que solo pensaba en sentirme bien, por dentro y por fuera. 

Hoy entre uno de los tantos sermones que tengo que escuchar, hay algo que me ha gustado. Tu y tu salud es lo mas importante, céntrate en ti y el que quiera esperar que lo haga y al que no que le den.

Es muy difícil querer a los demás si uno mismo no se quiere. Y yo, no, no me quiero. 

Tendré que aprender. Y empezar a quererme un poco más. 

El viaje

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Soy una experta en hacer listas, en hacer listas y puede que un poco en hacerme la lista e ir de lista también. Me gusta hacer listas para cualquier cosa, pero para lo que más, para esas cosas que quiero hacer antes de morir. ¿Y quién no ha hecho ese tipo de listas alguna vez? aunque sea mentalmente, todos tenemos esas cositas que nos gustaría experimentar antes de pasar a mejor vida. 

Yo tengo trocitos de esa lista esparcidas por cualquier parte, no me canso, seguramente abres un cajón y ahí hay una mini lista de cosas por hacer. Quizás debería organizarme un poco más, pero eso es otro tema que no viene al caso. Como los temas son muy amplios, voy a centrarme en algo sobre lo que llevo dándole vueltas estas últimas semanas. Una de las cosas que siempre he querido hacer es coger el coche, un mapa, señalar cualquier punto e ir hasta allí. ¿Dónde vamos hoy? Aquí. Punto, sin peros, ni excusas, sin preparación previa, sin reservas, sin un plan estipulado, a base de impulsos que marquen el rumbo a seguir.

Otra de las cosas que quiero hacer y que he mantenido desde que tengo uso de razón, es un recorrido en auto-caravana por Canadá, quizás sería alcanzar una de las cumbres más altas en cuanto a mis propias expectativas. Y después está el sueño, eso que hay que hacer una vez en la vida. Siempre he dicho que viajar solo tiene que ser algo increíble, una experiencia que hay que vivir. Algo sobre lo que se aprende mucho, y te enriquece enormemente. Esas cosas que le cambian a uno la vida. 
Viajar sola, bueno, la visita repentina y esporádica a Bilbao fue una experiencia de la que sin duda me siento muy orgullosa, pero eso no cuenta. Quiero algo grande, algo sublime!

Des de hacer varios años quiero ir a Tailandia, lo miré en su día, pero son esas cosas que se van dejando, y después tratas de encontrar la compañía perfecta para esa clase de viajes, pero nada. Y como no quiero quedarme sin eso, llevo tiempo meditándolo, y cada vez estoy más convencida de que ese es el viaje, el viaje en solitario, del que sales de casa con una mochila sin conocer a nadie, sin saber a quien te vas a encontrar por el camino, totalmente desconocido. Genial, tremendo, orgásmico, sensacional, estupendo, grandioso, fantástico!

Visitar Bangkok, el triangulo del oro, Chiang Rai, Chiang Mai, adentrarse en la jungla, visita a tribus étnicas, las mujeres jirafa, el baño de los elefantes, y por que no acabar en una de las playas paradisíacas, de Puket, Phi Phi, Koh Samui o Koh Chang!

El año que viene puede ser un buen año.

Trazar lineas continuas

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El ruido del teléfono me desvela del silencio que me sucumbe en la nube que me mantiene aislada de todo lo que me envuelve. En ese momento, en que decido contestar, sé que hoy no será otro día más. Los planes improvisados siempre han sido de mis favoritos, esos en los que no sabes bien bien que sucederá, los que descolocan por completo, los días especiales en los que te dejas llevar por lo que dicte el subconsciente, sin pensar en nada más.

Después de tratara de deshacerme de este lugar llamado mundo, de desaparecer y reaparecer cuando me ha venido en gana, de ir siempre a contracorriente. He tenido valor, ese valor a enfrentarme a lo que por duda, confusión e inseguridad te vas negando y vas dejando a un lado pensando que tal vez algún día pueda convertirse en una buena opción. La actitud; lo único que sirve para que sea o no un buen momento. 
Necesitaba desprenderme de todas las tonterías que anidan en mi cabeza, tranquilizar mi mente y empezar a hacer, trazando lineas continuas.

Lo sorprendente de no crear expectativas es que estás abierto a cualquier emoción, a esos detalles que no verías si fueras con una idea premeditada. Dejarse llevar, por conversaciones que te hacen sentir bien, muy bien. Olvidando por unas horas cosas que en realidad no tienen tanta importancia. Abrirse al mundo, desplegar las alas y sentirse libre, compartiendo momentos extraordinarios, sensaciones nuevas, risas, bromas. Disfrutando de buenas vistas, de miradas que dicen más que las palabras.

La grandeza se encuentra en los detalles más insignificantes; entre un par de mojitos, una tarde de sol y el sonido de fondo de las olas rompiendo a la orilla.  


Gracias.