Momentos de impacto

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Había decidido hacerlo, había cogido el valor para dejar está maldita adicción. Para cansarme de este lugar, aborrecer cada una de las palabras que lo forman. Detestar cada cosa que pienso, digo y hago. Habría querido echar por la borda todas estas horas dedicadas a expresar lo que siento. 

He ignorado a ojos fieles que leían cada uno de mis perturbados fragmentos, he silenciado opiniones, he borrado, tachado, he simulado decir lo contrario. Y muchas otras cosas en las que hoy; la chica orgullosa, se traga el orgullo y pide perdón.

A veces ocurren acontecimientos, cosas que en otras circunstancias no causarían la mínima sensación. Pero otras veces ocurre algo inesperado, algo que causa una especie de cambio en ti. Será esa clase de impacto de lo que la gente tanto habla. Cuando sucede algo que deja huella, y crea en ti un antes y un después. Algo que te llega bien adentro, y después ya no eres el mismo. Esas cosas que te hacen pensar. Ver las cosas de una forma distinta. Esas cosas que sin haberlo pedido, llegan en el momento preciso. 

Igual que cuando parece que la letra de las canciones te lean el pensamiento. Tu no lo has elegido, no crees en las casualidades y ZAS ahí lo tienes. 

He sido víctima de la curiosidad y las ansias por descubrir lugares nuevos para soñar. He querido llenar el hueco vacío por no escribir lo que pienso. He surcado multitudes de sitios distintos, secos, sosos y superficiales. Hasta que al fin he llegado a un sitio algo diferente, más bien algo natural, escrito tal cual, un sentimiento auténtico. De una chica soñadora, una chica que soñaba como lo hacemos los demás. Una chica con una enfermedad. Una chica que soñaba como los demás con una enfermedad, y que ya no está. Se quedó a la mitad. 

Eso te da que pensar. Ella siguió escribiendo hasta dos días antes de su muerte. Escribió porque quería hacerlo, necesitaba hacerlo, disfrutaba con ello y de alguna forma se sentía más viva.


No quiero tener que reprimirme. No quiero quedarme a media voz. Por miedo al rechazo. Por miedo a causar mala impresión. Por miedo a malos entendidos. En definitiva por un miedo absurdo.

Quiero seguir escribiendo todo lo que pienso y siento, aunque me vuelva transparente. 

Quiero hacerlo, y quiero seguir haciéndolo hasta el último día de mi vida.

Porque esto me hace feliz.

Mi mundo al revés.



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