El 'sinsentido' que sujeta los remiendos de mi piel.

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Arde el silencio, arde el pensamiento. La silueta de un futuro borroso que se estrecha por la mirilla de la puerta de madera maciza cerrada a cal y canto. 
Dónde la distancia de lo real e irreal se tocan, y se produce un cortocircuito de resentimientos que se contraen cual fibra muscular.  
Dónde no se escucha más que el silbido de algo que no está y que molesta. 
Cómo cuando descubres que hay algo que no funciona y no logras saber de qué se trata, está ahí en la punta de la lengua, a la vuelta de la esquina, pero no sale, no se atreve si quiera admitir que dejó de ser útil. Ya no sirve, como no sirven las palabras que al estrellarse contra la pared sólida solo saben fundirse y no expandirse. Carecen de significado mas allá de los oídos ensordecidos por el tiempo y el polvo acumulado sobre los libros que los ojos ya no quieren leer.

Todo se ha vuelto insignificante, aquí en este mundo, que siempre me ha pertenecido y que dejo de reconocer como mío. En el que no me siento parte, del que yo misma me he desterrado. El cansancio se ha consumido y no queda más que vacío pidiendo a gritos que lo libere. Más que esposas transparentes que dejan entrever los surcos enrojecidos de mis muñecas. Esas cicatrices que se pasean por mi piel, y mantienen un pasado más presente que nunca. Dejar a un lado la ira, dejar a un lado la angustia, dejar a un lado todo aquello que invite a esa droga formar parte de mi vida de nuevo.

Ser fuerte y valiente, aunque ya nada me importe, ser fuerte y valiente aunque estos ojos turquesa ya no transmitan ni alegría, ni pena, ni dolor, ni rabia, ni tristeza; sólo la nada acompañando mi alma.


Ainara.

Hasta aquí hemos llegado.

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Absurdo, ¡qué digo! mas que absurdo, patético. Demasiado surrealista, demasiado abstracto. 
Harta de estar siempre detrás esperando a que los demás quieran atenderme. Harta de que cuando estoy siguiendo yo solita mi camino vengan a molestarme a tirarme de la manga diciendo eoeoeoeo estoy aquí, y cuando muestro algo de interés, se den a la fuga. Harta de cambiar mi rutina y forzarme a ilusionarme cuando no siento el mas mínimo atisbo de emoción. 
Yo no molesto a nadie, yo no digo ven y luego me voy yo. Yo no voy por el mundo tratando mal a la gente. Paso inadvertida siempre, tranquilita por mi mundo, sin pisar el de los demás. No me fio de nadie, es mas no quiero hacerlo jamás de los jamases. No quiero darle a nadie el poder de hacerme el mas mínimo rasguño emocional. Quiero estar bien, y que me dejen hacer mi vida. Y quien se atreva a interrumpirme que siga ahí, y no se escape como siempre pasa. Estoymuyhartadetodoesto.

Ainara.

Un, dos y... abajo.

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A veces me gustaría que las cosas fueran sencillas, pero sencillas de verdad, sin tanta complicación para llegar a buen recaudo. Sin tanta parafernalia por en medio. Fácil.
Esa tendencia innata que tenemos de complicarnos la vida, de quererlo todo prefecto, cuando nadie, absolutamente nade, sabe la definición de dicha palabra. 
Estoy cansada, de seguir por un camino que ni si quiera se si existe realmente. Cansada de que mis pies vayan tambaleándose de lado a lado, sin llegar a ninguna parte. De levantarme, y ver el reflejo de algo que no me agrada. Discutir conmigo misma que hay solución, pero nunca llega. Decidir qué o quién tiene el derecho a dañarme o no. Dar poder, sin pedir explicaciones. Dar, y seguir siendo yo misma.  Y como dice la canción, escuchar a quien no escucha ni si quiera cuando habla. Quizá todo se deba a un mal día y mañana amanezca todo de otro color. Tal vez empiezo a ser realista y a darme cuenta de que hay cosas que realmente no van a ser. El pesimismo tira de mi, y me aparta de algo que creí estar construyendo. Este cansancio, estas pocas ganas, o fuerza, empeño, motivación, entusiasmo, este estado inerte que me rodea; me agota.

Ainara.

Elmundosehavueltoloco.

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Me encanta el chasquido de la lata de coca-cola al abrirse, eso, y los primeros sorbos cuando el gas va directo a la cabeza. Disfruto de ese placer, y mas en días como el de hoy, en los que las pocas fuerzas que me quedan prefiero gastarlas con mis dedos tecleando unas cuantas palabras sin sentido para ti, pero con demasiado para mi.

Horas de trabajo que no cesan y que tan plena me hacen sentir. Dolores de cabeza que preferiría aparcar a un lado en este preciso instante. Ideas que alimentan mi imaginación, pero que no llegan a buen recaudo. No me convence, de echo ahora mismo no hay nada que pueda convencerme lo mas mínimo. Que pueda si quiera lograr llamar mi atención hasta el punto de voltear la cabeza dos veces. No. Y cuando digo no, es que no. A lo mejor el calor del verano me está afectando demasiado y me impide pensar con claridad, o puede ser todo lo contrario, y lo tenga mas claro que nunca. 
Sea lo que sea, no será ahora.

Otro tema que hoy me ha puesto los pelos de punta. Un tema que me toca la fibra, demasiado quizá....

Un chico de veintiún años de edad, un chico normal y corriente, pero con una enfermedad mortal. Un enfermo que responde a la medicación de forma satisfactoria, un enfermo que está delante de una puerta, una puerta que lo separa de la vida y la muerte. Una persona con uso de razón para saber tomar una decisión correcta. Un chico que decide no entrar. Un enfermo-chico-persona que por motivos religiosos se niega a vivir. Veintiún años de vida, que se acaban aquí. 


Lo siento, pero yo, no lo comparto.

Ainara.

Para siempre.

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Jamás pensé que tuviera que decirte esto así, jamás pensé desde la última vez que te vi que tuviera que ser de esta forma. Después de tantos años sin verte, que tenga que ser precisamente así… 

El último día que compartimos un momento juntos, tuvimos una larga conversación, de hecho pasamos un día entero hablando y compartiendo pensamientos. Aconsejándonos mutuamente, riéndonos, animándonos, escuchándonos y apoyándonos en todo. Explicándonos situaciones a la espera de que el otro supiera las palabras exactas que nos diera ese empujoncito que tanto necesitábamos. Tengo por agradecerte tantas cosas… tantos momentos vividos, únicos y mágicos. Eras tú esa persona que me alegraba en los momentos en los que prácticamente no veía salida. El que me apoyaba cuando ya no veía solución posible, el que sabía mucho más de lo que sabían las otras personas, el que no me juzgaba y el que me incitaba a ser feliz. 

Recuerdo cuando empezaste a venir con nosotros, cuando íbamos a tu casa y pasábamos horas y horas allí, bebiendo, riendo, hablando, divirtiéndonos. Cuando te íbamos a visitar a la playa, el día que nos fuimos a construir un castillo de arena. El momento de inflar la colchoneta y que tu dijiste se va a pinchar, y paf! ahí estaba. Cuando íbamos a comer al buffet libre, las noches en la playa, las borracheras, las conversaciones privadas. Todo. Incluso cuando me ayudabas a no perder a quien tú y yo sabemos bien. Eras grande, eras único, alegre como el que más. Vivías en tu mundo de yupi y contagiabas a los demás esa sonrisa que siempre llevabas a cuestas. Soñador, inteligente, siempre conseguías todo lo que te proponías, estabas en lo más alto, en la cima de todas tus expectativas, 24 años, vividos al máximo.
Tu cuerpo se ha ido, pero tu presencia sigue aquí dentro. Cada momento vivido contigo nos pertenece. Te quiero, y siempre será así, estés donde estés. Buen viaje compañero!

Para siempre entre nosotros.

Ainara.

Descansa en pau amic meu.

Gràcies per tot.

Yo digo; yo vivo.

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Al límite, cómo cuando sientes que el corazón se te va a salir del pecho. Sube por la garganta, directo hacia a la boca. Cómo cuando la adrenalina te consume la energía y te deja exhausto por completo. Igual que cuando coges mucho aire para gritar y te dura una milésima de segundo. Tanto esfuerzo para nada. Se queda ese temblor en el cuerpo, ese tambaleo de manos y piernas que ni siquiera logras entender. Es pensamiento estúpido de; por que precisamente esta vez. No hay razón o si, quien sabe. Quizás hoy si, y mañana no sea la misma razón, la que me haga llegar hasta aquí. Ni seas tu, ni él, ni aquel que me miró una vez. A lo mejor no es nadie, o tal vez ni siquiera sea yo la que habla o la que deja que sus dedos marquen lo que ocurre en ese momento. Seguramente sea todo producto de una imaginación tan viva y tan despierta que me alimenta esas largas horas de espera. Sentada, tumbada, dormida, en silencio o rodeada de ruido. Pisando fuerte o rozando las nubes. Aquí, allí, perdida o sutilmente colocada. Decidida a dejarte entrar o temerosa por lo que va a pasar. Asustada, triste, alentada maquillada de silogismos que no se atreven a decir una palabra. Asintiendo y negando con fuerza dos polos opuestos que tanto se detestan, y tanto desean atraerse. Contradicciones que enamoran y tuercen entrañas llenas de esperanza. 



Aquí y ahora. En este preciso momento. 

Yo digo; yo vivo.